Texto por el Dr. Luis Felipe Espinosa.
“Para los animales, la adaptación a la vida en tierra firme constituyó una proeza evolutiva de enormes condiciones, que requirió drásticos cambios en todos los sistemas de órganos. El mayor problema fuera del agua era, por supuesto, la desecación”
Capra, La trama de la vida
De acuerdo a los descubrimientos del Dr. Hamer, los signos y síntomas que constituyen los cuadros clínicos no son fallas o defectos de la naturaleza, sino fenómenos que se han ido programando en los organismos a través de la evolución y que se activan o desactivan brindándoles la oportunidad de salir adelante cuando se encuentran abruptamente con una situación que conlleva amenaza para su supervivencia. Así mismo, estos programas les permiten seguir adaptándose a las condiciones de su entorno.
Uno de los programas biológicos especiales que revisten mayor importancia clínica en el ser humano es el de los túbulos colectores del riñón (TCR) que es un tejido de origen endodérmico controlado desde el tronco cerebral. Este programa presenta aumento de su función (reabsorción tubular) durante la fase activa (simpaticotónica o de estrés) y disminución de la misma en la fase de solución (parasimpática o de relajación).
Se considera muy importante pues está detrás de la retención de líquidos, fenómeno que ocurre como consecuencia de un aumento de la función de la reabsorción tubular, haciendo que en lugar de eliminar un promedio de entre 800 a 1800 ml de orina, se eliminen menos de 300 ml (oliguria) o incluso nada (anuria).
La consecuencia directa es el aumento de peso por edema. Este edema cuando es leve y se cronifica puede combinarse con otros programas como el del tejido conectivo graso (no sentirse apto para ser tocado) que construye tejido adiposo y el de oposición con repulsión (células alfa de los islotes pancreáticos) que produce hipoglicemia y por lo tanto un impulso irrefrenable de comer para compensar, añadiendo condiciones que llevan rápidamente al sobrepeso y la obesidad.
También reviste importancia ya que cuando se retienen líquidos y al mismo tiempo hay otros programas en fase de reparación, los tejidos aumentan de volumen considerablemente, generando hinchazón extrema y por tanto dolores y otras complicaciones como obstrucciones, o sangrados importantes. Por lo tanto cualquier síntoma se complica si está simultáneamente activo el programa de retención hídrica.
El programa de los TCR fue llamado por el Dr. Hamer del “refugiado”, “prófugo” o del “pez fuera del agua” para indicar que, de forma análoga a un pez que está fuera de su medio, o como un refugiado que se encuentra en la lucha por sobrevivir, el ser humano puede activar respuestas fisiológicas especiales que le permiten retener líquidos en los espacios intersticiales (entre las células) rememorando así un mecanismo arcaico que brindaba el recurso de retener líquidos para sostenerse por más tiempo.
Como lo describe Fritjof Capra en la Trama de la Vida:
<<Para facilitar la transición a este entorno completamente nuevo, los animales inventaron una ingeniosa argucia: se llevaron con ellos su medio anterior para su descendencia. Hasta nuestros días, la matriz animal simula la humedad, flotabilidad y salinidad del antiguo medio marino. Más aún, las concentraciones de sal en la sangre y otros fluidos corporales de los mamíferos son notablemente parecidas a las de los océanos. Salimos de las aguas oceánicas hace más de 400 millones de años, pero nunca hemos dejado atrás el agua de mar; sigue estando en nuestra sangre, nuestro sudor y nuestras lágrimas. >>
Cuando se presenta esta retención hídrica, convencionalmente se considera que hay una falla renal y todavía más si se encuentra elevada la creatinina y la urea en la sangre. Al respecto el Dr. Hamer refiere que esta elevación se debe a la activación de mecanismos complementarios al de “sostenerse más tiempo fuera del agua”, reteniendo así sustancias que generalmente son eliminadas a través de la orina después de haber sido metabolizadas y que en estas condiciones rememoran una suerte de “reciclado” de las mismas para reconvertirlas en alimento. Esto sería similar a las diferentes formas de vida acuática-terrestre llamadas animales uricotélicos como los anfibios y los amoniotélicos como los peces, que pueden reconvertir ciertos compuestos nitrogenados destinados a ser desechados de nuevo a proteínas utilizables a través de ciertas vías metabólicas para utilizarlos como alimento de reserva.
Ahora bien, de forma similar, los seres humanos podemos activar el programa de los TCR en muchas situaciones que se nos presenten de forma inesperada, representen peligro y en las que el “sentir biológico” sea análogo al “salir del agua abruptamente” quedando expuesto a la desecación.
El “sentir biológico” (la llave de entrada) vinculado al programa de los TCR se observa diversificado en tres principales variantes de sensación/percepción biológica, que pueden combinarse en la experiencia (Nota: estas descripciones son referencias del nivel de la representación linguística que nos hacemos de dichas experiencias):
Es decir, cualquier situación “externa” que se acople (internamente) a estas sensaciones/percepciones en el individuo desencadenará la actividad simpaticotónica del programa de TCR, esto es el aumento de la función de reabsorción tubular dejando de eliminar los 800 a 1800 ml de orina promedio que se orinan diariamente.
Ahora bien, por <<perder puntos de referencia>> se comprenden situaciones o escenarios muy diversos, por ejemplo cuando se pierde todo (o se siente que se está en riesgo de perderlo) como por ejemplo la casa, el trabajo, los medios para vivir, pero también cuando se pierden relaciones que son importantes en la vida de la persona, como el perder a un ser querido (padre, madre, una abuelo, un hijo, una pareja, etc.).
Para ejemplificar contextos que conectan frecuentemente con la sensación de tener que luchar por la existencia, podemos hacer referencia a situaciones en las que una persona es confrontada con un diagnóstico grave (y que representa peligro para su vida), cuando un tratamiento no funciona y se pierde la esperanza o simplemente no hay tratamiento o solución para la enfermedad y “no queda nada por hacer”, poniendo a la persona en una situación en que tiene que sacar todo de sí para sobrevivir.
También cuando la persona experimenta situaciones donde abruptamente queda sola o aislada (por ej. una hospitalización donde la persona no se siente acudida y atendida), es dejada atrás, abandonada o se siente incomprendida (por ej. la gente que la rodea) y dejada a su suerte, se pueden activar las respuestas del “pez fuera del agua”.
Salir de esa percepción en general implica poder contrarrestar la sensación (visceral) de base en la situación. Por ejemplo, en el caso de perderlo todo (y encontrarse como un refugiado o prófugo), al encontrar formas efectivas de recuperarlo de forma real (realidad de primer orden) o al abrir espacios en la percepción (realidad de segundo orden) para sentir que hay forma de salir de esa situación, se crean las condiciones para que el programa se desactive. Naturalmente es importantísimo individualizar y acoplarnos a los elementos representacionales (el mundo interno) de la propia persona para facilitar los cambios en la percepción que puedan facilitar el desactivar el programa de los TCR. Los mismos principios aplican en el caso de sentir que uno está “solo en la lucha por existir” o que uno ha quedado “abandonado a su suerte”.
Cada que el programa de los TCR se desactiva, la señal inmediata del cambio es el comienzo abrupto de la diuresis, donde incluso en casos muy marcados de retención de líquidos previa se llegan a orinar alrededor de 6 ó 7 litros en una hora (*Nota: la excepción es el programa del tálamo/hipotálamo que es de sentirse “atrapado sin salida”, en el cual durante la fase activa intensa disminuye la función de la hormona antidiurética y como consecuencia se orina mucho constantemente, situación común en personas que han sido desahuciadas) lo cual no deja de ser sorprendente pero es simplemente el resultado de desactivar abruptamente la función de reabsorción tubular. En esta condición la persona se deshincha rápidamente y con ello mejoran muchos de los procesos sintomáticos que presentaban complicaciones clínicas relacionados con otros programas de supervivencia que estuviesen en fase de solución, como por ejemplo, un ganglio inflamado, una articulación hinchada y dolorosa o inclusive una tumoración muy aumentada de tamaño que a partir de la eliminación de orina daría la impresión de disolverse rápidamente, cosa que podría ser notable durante el seguimiento de un caso usando estudios de imagen.
Por eso es que el acompañamiento adecuado de las personas cuando están atravesando una situación clínica y emotiva difícil reviste mucha importancia pues sabemos que estar solo, desatendido e incomprendido puede generar las condiciones que faciliten percibir las señales que activen el programa de los TCR. En este sentido resulta interesante plantear que gran parte de los beneficios observables del llamado efecto placebo tengan que ver con la desactivación del programa de los TCR precisamente porque en el efecto placebo las creencias del paciente, las creencias del profesional de salud y la relación del paciente con su profesional de salud, entran todas en juego y cuando estos tres componentes son positivos, la persona está en condiciones de sentirse acompañada y con confianza para salir de su problema de salud facilitando sentirse acudido y por lo tanto desactivando el programa de los TCR.
Finalmente como todos los seres vivos el ser humano está también constantemente en la búsqueda de nuevas posibilidades de adaptación frente a los retos que se presentan durante el proceso vital completo, esto es el transcurso de la vida. Conocer, observar y experimentar de forma diferente nuestros procesos de salud nos permite transformarnos en partícipes activos de los cambios que necesitamos para salir adelante y continuar aprendiendo y disfrutando de nuestras experiencias de vida.
Referencias:
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